miércoles, 29 de marzo de 2017

Precuela de Sangre Vikinga - Jens el esclavo


Me desperté sobresaltado y sudoroso. Los mismos recuerdos transformados en pesadillas me atormentaban una y otra vez desde hacía ya un año, cuando arrasaron Ranrike. Miré a mi alrededor y traté de tranquilizarme escuchando los ronquidos y las pesadas respiraciones de mis compañeros de celda.

Cuando me atraparon me opuse. Prefería estar muerto que aceptar mi esclavitud. Tras varias semanas de latigazos me dejé morir. No comía, no me movía, no hablaba, no me resistía. Hasta que encontraron cómo hacerme reaccionar. No me importaba lo que me pudieran hacer. Incluso soporté el dolor de varias torturas sin inmutarme, pero no podía permitir que por mi culpa agredieran a otros, en especial a la pobre esclava que se dedicaba a cuidar de nosotros. Ella no se dio por vencida conmigo. Cada vez que volvía de un fustigamiento ella me lavaba y me hablaba. Nunca obtuvo respuesta por mi parte pero no cejaba en su empeño.
El día que todo cambió me sacaron al patio pero no fue a mí a quien ataron a la pilona, si no a ella. Rasgaron sus ropas dejando al descubierto su blanca espalda cruzada por marcas de latigazos ya cicatrizados.
—¿Sabes qué es esto? —dijo Egbert, látigo en mano, acercándose a la muchacha. Se había tomado muy en serio hacer de mí un esclavo ejemplar. Lo miré directamente a los ojos, despertando de mi letargo, sin comprender. Entonces le atizó un latigazo a la pobre Agneta que gritó y rompió a llorar—. ¿Cómo tengo que decirte que no mires a tus amos a la cara?
Bajé la mirada de inmediato. Me fallaron las fuerzas después de varios días sin probar bocado y caí de rodillas en respuesta a su grito. Entonces comprendí que si los dioses no me habían reclamado todavía era porque esperaban algo de mí. En aquel momento era salvar a aquella pobre esclava. Tal vez, si aceptaba mi nueva condición, podría salir de allí y, quizá, sólo quizá, escapar, volver a casa y pedirle explicaciones a mi padre por su traición y abandono a su propio hijo. Pero para averiguarlo, tenía que convertirme en un buen esclavo sin perderme a mí mismo. Tenía un plan. Tendría que aceptar mi situación sin desviarme de mi objetivo. Lo había perdido todo, pero mientras estuviera vivo tendría alguna posibilidad de recuperarlo.
Tras aquel día mi actitud cambió. Me llevó por las ferias de varios pueblos y aldeas. Me exhibía como a un animal en peleas. Pero Egbert no encontraba comprador que se atreviera a adquirir un vikingo. Los germanos me temían, por muy esclavo que fuera. Según avanzábamos hacia el Sur, el temor se tornaba curiosidad. Los míos habían atacado varios de los pueblos cercanos a la costa o con ríos que permitieran el paso de los Drakkars. Pero al Centro y Sur de Germania sólo llegaban historias, leyendas sobre nosotros y nuestros ataques. Creían saber quiénes éramos, pero en realidad su visión era parcial.
Al llegar a Mainz, tras ganar una pelea para Egbert, un anciano llamado Meyer vino a nuestra tienda.
—Una espalda fuerte la de tu muchacho —dijo el anciano.
—No es para menos, es un auténtico hombre del norte —respondió Egbert casi con orgullo.
—¿Tienes más como éste?
—Éste vale por tres. No son fáciles de conseguir —disimuladamente observé a aquel hombre entrado en años pero con una presencia que denotaba cierto estatus. El duelo de miradas entre ellos parecía que no iba a terminar nunca.
Tras una ardua negociación, en la que además de mí se trataron otros objetos de compra-venta, acabé en manos de aquel anciano.
La casa de Meyer resultó ser un caserío con escudo de armas sobre el portón y grandes extensiones de tierra cultivada.
—Mira, Jens, este es mi hogar y ahora también será el tuyo. —Alcé la vista desde la parte de atrás de la carreta, en la que me encontraba atado, y durante un instante mis ojos coincidieron con los suyos. Azules, cansados y empequeñecidos por las arrugas. Antes de que pudiera darme cuenta había recibido un codazo de mi nuevo amo en el pómulo—. Ya me dijo Egbert que tendría que reforzar tu humildad, pero no esperaba que fuera lo primero que haría a tu llegada, muchacho.

Y así fue. Tras descargar con mis nuevos compañeros las recientes adquisiciones me azotó delante de todos.
Por suerte, sólo fue una advertencia y con diez latigazos se dio por satisfecho. Me puse la camisa yo mismo y continué con mis nuevas tareas de labranza.
Comenzaba una nueva etapa para mí. Evalué mis posibilidades de escapar de allí y todas pasaban por ganarme la confianza de mi nuevo amo para obtener algo más de libertad de movimientos.
 

martes, 21 de marzo de 2017

Precuela de Sangre Vikinga - Jens, de Jarl a esclavo

Un terrible dolor de cabeza me despertó. No sabía dónde me hallaba ni por qué me desplazaba. Estaba tumbado de lado con las muñecas atadas a la espalda y los tobillos encadenados. No podía moverme y lo único que era capaz de ver era el surco que aquella traqueteante carrera dejaba en el camino de tierra.
Tenía la boca seca y llena de arena. Por el hambre que sentía calculé que había pasado más de un día inconsciente. Bajé la mirada para comprobar el estado de mi cuerpo cubierto de barro y sangre. Hice un rápido inventario de daños y sentí cierto alivio al comprobar que estaba entero y las heridas que creía tener no parecían graves. Lo peor fue darme cuenta de que me habían rapado la cabeza. Mi melena había desaparecido y podía notar la brisa del aire sobre la dolorida piel de mi cuero cabelludo. Eso sólo podía significar que me habían capturado y esclavizado. Preferiría estar muerto que vivir con la deshonra de ser esclavo.
Traté de hacer memoria. ¿Qué había ocurrido para que yo, el Jarl de Ranrike Jens Erikson, acabase maniatado en la parte de atrás de una carreta?
Recordé la visita de Jarl del Reino vecino de Vestfold para tratar el acuerdo matrimonial con su hija. Las negociaciones fueron interrumpidas por uno de mis hombres anunciado que el rey Harald I de Noruega, por fin, estaba atacando después de tantas amenazas. Sabía que el desplante que le hizo mi padre iba a traer consecuencias.
La carreta se detuvo. Dos pares de manos me sacaron y me pusieron de pie con cierta dificultad. Me dejaron allí mientras sacaban a otros. De pronto todo me daba vueltas. La luz del sol me cegaba y avivó mi ya intenso dolor de cabeza. Las náuseas subieron desde mi estómago tan rápido que apenas tuve tiempo de caer de rodillas para inclinarme y dejar salir lo poco que quedaba en mi interior. Unas manos volvieron a asirme para alzarme de nuevo. Aquella voz extraña dijo algo, sonaba enfadado pero el mareo que sentía en esos momentos me nublaba la vista y el oído. Todo parecía lejano salvo el suelo que extrañamente se había levantado para golpear mi rostro y todo mi costado. Oscuridad.
Me encontraba luchando contra los invasores de Harald I de Noruega que nos estaban atacado desde la costa.
Cuando mi padre me ofreció ser el Jarl de Ranrike, decidí reforzar la flota mercante e impulsar el comercio, ya que se trataba de un puerto estratégico con Dinamarca. De hecho, en sólo tres años se convirtió en el más importante. Parecía que la tregua entre los dos Reyes era un hecho. Se reunieron y pactaron pero, al parecer, en plena despedida, mi padre, sintiéndose traicionado, ofendió al Rey de Noruega y éste se vengó terminando de recuperar los fiordos de Viker, entre los que se encontraba el Reino de Ranrike.
Mientras alzaba mi gran hacha de mango doble y la bajaba con todas mis fuerzas partiendo adversarios por la mitad y amputando miembros, me maldecía a mí mismo por no haber hecho caso de los consejos de mi padre de reforzar la flota militar con más Drakkars. Podría haber evitado la masacre de aquel pueblo que había puesto su confianza en mí. Ciego de rabia me convertí en la bestia asesina que mi padre siempre quiso que fuera, para lo que fui entrenado durante tantos años y de lo que siempre traté de huir, hasta que en plena descarga alguien me golpeó en la cabeza. Creí oír el crujido de mi propio cráneo y caí inconsciente al suelo. Los gritos de mi gente me hicieron recobrar el sentido, lo justo para ver cómo prendían fuego a lo largo de toda la costa mientras a mí me llevaban maniatado y malherido en la cubierta de un Drakkar que se alejaba velozmente.
Desperté de golpe. Creí que en mi sueño me había alcanzado una ola pero, en realidad, alguien me había arrojado agua a la cara para espabilarme.
Me pareció que se había hecho de noche. Pero cuando mis ojos se acostumbraron a la penumbra comprobé que estaba en un calabozo de piedra al que apenas llegaba luz por la puerta abierta.
El dolor de cabeza seguía latente martilleando mis sienes y el lugar donde me habían golpeado. A pesar de ello, fui capaz de reconocer el idioma que hablaban aquellos hombres. Era el que Fray Fenton nos había enseñado a mis hermanos y a mí durante los años que vivió con nosotros. El fraile había venido conmigo a Ranrike. Sentí alivio al recordar que hacía unos meses que me había dejado para seguir llevando la palabra de su Dios a quien quisiera escucharla. Esperaba que se encontrara a salvo.
—¿Aún no se ha muerto? —dijo una voz grave, reverberante, que se acercaba a la puerta de la celda. El hombre que lo esperaba se hizo a un lado para dejarlo pasar.
—Si esa herida no lo ha matado ya, no creo que lo haga.
El de la voz grave se acercó a mí con una antorcha y mi iluminó el rostro. Después pasó aquella tenue luz por el resto de mi cuerpo.
—Prepáralo. Hay que venderlo cuanto antes. No quiero problemas —sentenció y salió de allí.
El otro hombre se acercó a mí y me ayudó a levantarme. Mis manos seguían atadas pero por delante de mi cuerpo. La cuerda que unía mis tobillos era tan corta que mis pasos eran la mitad de largos de lo habitual. Aunque apenas podía caminar. Tenía que apoyarme en aquel hombre que no olía mucho mejor que yo en aquel momento y al que le sacaba más de una cabeza de altura.
—Recuerda la primera norma de un esclavo —me susurró mirando al frente, como si me estuviera contando algo que no debiera—: no mires a los ojos de tus amos, sean quienes sean y digan lo que digan.
Lo miré sorprendido. En mi pueblo también había esclavos pero no existía ninguna norma parecida a esa. Se me antojó bastante absurda.
—Tú, el nuevo —dijo el hombre de voz grave cuando salimos a una especie de patio. Lo miré instintivamente y recibí un codazo de mi acompañante, que me soltó apremiándome a que me acercara a aquel que parecía mandar allí.  
—¿Dónde estoy? —dije con aplomo y seguridad en su lengua mientras me erguía y miraba al hombre directamente a los ojos. No iba a perder mi dignidad por mucho que me hubieran cortado el cabello.
—En el infierno —dijo haciendo restallar un látigo mientras me dedicaba una media sonrisa maliciosa.
De pronto, tres hombres, entre los que se encontraba el que me había sacado de la celda, se abalanzaron sobre mí. Pero, incluso maniatado como estaba, me deshice de ellos entre puñetazos y codazos sin demasiada dificultad. Si estaba en tierras extranjeras tenía una oportunidad de escapar. En mi tierra me habrían identificado por llevar la cabeza rapada, pero aquí no se realizaba esa práctica y nadie me reconocería como esclavo. Me negaba a admitir que lo fuera.
—¿Es dinero lo que quieres? ¿Riquezas? Mi familia puede pagar un buen rescate por mí. —Considerarme prisionero de guerra era mejor opción que esclavo.
—No acostumbro a dar explicaciones a los animales.
Hizo un gesto a sus compañeros que volvieron a cargar contra mí pero esta vez armados con palos, fustas y cuerdas. Traté de defenderme sin demasiado éxito. Las manos atadas y lo poco que podía separar mis pies jugaban en mi contra.
Me defendí como pude, forcejeé y di unos cuantos golpes pero, a pesar de mi resistencia, me arrastraron hasta un poste de piedra al que ataron mis manos. Por el camino me habían terminado de arrancar lo que quedaba de mi camisa y un escalofrío recorrió mi cuerpo al entender lo que se avecinaba.
—Hay un par de cosas que debes aprender, esclavo —dijo el hombre de voz grave a mi espalda—. La humildad y la obediencia. —Sentí el látigo morder mi carne con un dolor tan intenso que me quedé rígido y con la mandíbula apretada—. No mirarás a tus amos a la cara —otro latigazo—, y no hablaras sin permiso.
Había visto utilizar el látigo, yo mismo lo había usado como castigo alguna vez, pero jamás de aquella manera. Dejé de contar al llegar a 10. Perdí la noción del tiempo y del espacio. Sólo estábamos el látigo y yo. Sus ásperas caricias lamían mi espalda de lado a lado, de arriba hacia abajo, llevándose un poco de mí mismo, arrancando piel, abriendo riachuelos de sangre que se cruzaban creando un complejo entramado. El dolor era absoluto, tanto que me arrastró a una dulce oscuridad a la que no me resistí.

jueves, 16 de marzo de 2017

lunes, 13 de marzo de 2017

Presentación y firma de libros - Sangre Vikinga

La Primera presentación y firma de mi Primer libro por el que recibí mi Primer premio tendrá lugar el próximo sábado 8 de abril  a las 19 horas en el café librería "La Buena Vida".
 
 
La vida está llena de primeras veces, pero ésta quisiera compartirla con todos vosotros.
 
¿Me acompañáis?
 
¡¡¡Os espero!!!

Sábado 8 de abril a las 19 horas en:
La buena vida - Café del libro
C/ Vergara 5, 28013 Madrid

Podéis llamar para reservar o visitar su página https://labuenavidaweb.wordpress.com/

miércoles, 8 de marzo de 2017

Precuela de Sangre Vikinga - Cárdigan

Hoy es el día. Todo está preparado para nuestra partida como proscritos, cual ladrones que huyen tras conseguir su botín.
Es noche cerrada y Alan me espera en los establos donde hemos dado rienda suelta a nuestro amor tantas veces.
Entro y susurro su nombre. Unos cálidos labios me silencian mientras sus brazos me rodean. Yo sonrío y le devuelvo el abrazo poniéndome de puntillas para acariciar su nuca con mis dedos.
—¿Estás segura? —pregunta separándose de mí y tomándome de las manos.
Pese a la oscuridad que lo envuelve todo, puedo sentir sus ojos clavados en los míos.
—Completamente —respondo mientras mi sonrisa se hace cada vez más grande. De pronto una punzada de miedo atraviesa mi corazón. Me quedo rígida y sólo acierto a decir —¿tú no?
—Por supuesto, Cárdigan. Es sólo que —dice dubitativo— yo no tengo mucho que perder, en cambio tú sí.
—Soy la hija del Conde de Sheriland, pero también soy la dueña de mi vida. —Me enerva que mi padre esté buscándome un esposo como quien va a vender un caballo y estudia todas las ofertas—. No permitiré que me digan a quién puedo armar y a quién no. —Respiro hondo antes de continuar y relajo mi tono—. Alan, quiero ser libre para despertar todos los días a tu lado. —Él me acaricia las manos con sus dedos—. Si para que eso ocurra tengo que desaparecer, que así sea.
—Entonces vámonos. —Mis ojos ya se han acostumbrado a la densa oscuridad y creo distinguir la sonrisa que acompaña a su voz.
Nos encaminamos a la puerta de atrás donde esperan los caballos pero antes de que lleguemos a ella entra uno de los hombres de mi padre con una antorcha. Mientras nos recuperamos del deslumbramiento entran más guardias. Cinco rostros enjutos nos observan con desaprobación y mi padre aparece en el umbral.
—No vais a ir a ningún sitio —dice sombrío.
Uno de los guardias golpea a Alan en el rostro haciéndole girar la cabeza. Sus dedos se cierran sobre los míos con fuerza hasta que le asestan otro golpe en el estómago doblándolo por la mitad y me suelta.
No puedo dejar de mirar incrédula el espectáculo. Estábamos tan cerca de conseguirlo…
Unas manos me sujetan y me arrastran a un rincón apartado del establo. Es mi madre que me dice algo pero no soy capaz de entender nada. Sólo puedo contemplar horrorizada la paliza que le están dando al hombre cuyo único delito ha sido amarme.
Con una bofetada mi madre consigue que la mire.
—Que te subas las faldas, te digo —grita con exasperación para hacerse oír por encima del jaleo de los hombres.
—¿Qué? ¿Para qué? —pregunto sin comprender.
Ella gruñe y se agacha. Al ponerse de pie y entregarme los dobladillos me aclara con rabia:
—Para comprobar cómo de grave ha sido tu falta.
Vuelve a agacharse y rauda busca la entrada a mi interior. Doy un respingo y entonces lo entiendo, pero es demasiado tarde para evitarlo o tratar de defenderme haciéndome la ofendida. Mi madre ya está hurgando en busca de algo que le entregué a Alan hace meses.
Termina su examen. Sin mirarme se dirige hacia mi padre y le susurra algo al oído. La sigo y observo, como si de un sueño se tratara, que están atando a Alan de las muñecas a una de las vigas.
—Setenta latigazos —sentencia mi padre.
Fijo mis ojos en él con resentimiento  y cuando me devuelve la mirada parece haber envejecido diez años en un instante.
El sonido de tela rasgándose hace que me gire hacia Alan que espera que se cumpla el castigo colgado con los brazos extendidos y la espalda desnuda. Esa espalda que he acariciado tantas veces.
Me sobresalto al ver el primer latigazo. Él emite un gruñido y se tensan todos sus músculos. Los nudillos de sus puños se tornan blancos. Una línea de sangre emerge en su espalda.
Las lágrimas corren por mis mejillas. No sé cuándo he empezado a llorar. Lo siento, Alan. No debí utilizarte para salir de aquí. Me gustabas mucho aunque no me habría casado contigo. Ni contigo ni con nadie. Pero tampoco pretendía lastimarte.
—¡Basta! Es culpa mía. Soy yo la que debería ser castigada, no él. Padre, por favor, detén esta tortura.
Sin mediar palabra me arrastra fuera. Mi madre nos sigue y es ella quien responde a mi plegaria.
—Tú también serás castigada. Cuando tu hermana se marche al convento irás con ella. Hasta entonces no volverás a salir sola de tu alcoba. Tal vez si consagras tu vida a Cristo, Dios pueda perdonar tu deshonra el día del juicio final.
—Jamás pondré un pie en ese maldito convento. —Respondo con rabia.
Mi madre me cruza la cara de un bofetón dejándome la mejilla palpitando.
—Has deshonrado a tu familia, Cárdigan, ahora ya no podremos encontrarte marido ni asegurarte una posición acorde a tu rango —me dice ella mientras lanza una mirada acusadora a mi padre—. ¿No vas a decir nada, Darsus?
Mi padre suspira. Parece cansado.
—Debiste acudir a mi, hija. Si me lo hubieras contado podríamos haber encontrado una solución.
—¿Pero qué estás diciendo? —le increpa mi madre con su voz chillona.
—Sólo digo que, en ocasiones, el deber y el corazón no se ponen de acuerdo, pero siempre hay una solución.
Cierro la boca al darme cuenta de que la tengo abierta mientras miro a mi padre perpleja. Sé perfectamente que el matrimonio de mis padres fue un contrato, sólo un acuerdo entre dos familias donde ellos no tuvieron nada que decir. Pero no tenía ni idea de que mi padre pudiera entender de asuntos del corazón.
El rostro de mi madre ha mutado a rojo, lo veo incluso en la oscuridad de la noche.
—¿Solución? —grita entre dientes mi madre. Convierte sus ojos en dos ranuras que desprenden una rabia absoluta, un odio que me parece irreal, imposible por su intensidad—. Déjame adivinar —continúa entre susurros— le habrías aconsejado que se casara y tomase al muchacho como amante, ¿no es así? —mi padre la mira con reproche pero con la cabeza gacha—. Maldito seas, Darsus, tu y toda tu estirpe. Y maldigo el día en que me casé contigo.
Tras escupirle en la cara a mi padre, ella se gira y se va dejándonos a los dos petrificados.
El sonido apagado del látigo y los gruñidos abogados de Alan me devuelven a mi realidad.
—Padre, yo… —empiezo a hablar pero él me interrumpe.
—Cárdigan, necesito que seas absolutamente sincera conmigo. ¿Amas a ese muchacho tanto como para casarte con él, incluso si eso supone que te desherede?
—Lo que amo es mi libertad. No quiero casarme ni con él ni con nadie.
—Si no lo amas y no quieres casarte con él, ¿por qué le has entregado tu virtud? —pregunta entre indignado y desconcertado.
—Él me hizo sentir cosas maravillosas y llegó un momento en que no pude ni quise parar. —Noto cómo el rubor sube a mis mejillas. Jamás me habría imaginado hablando de esto con mi padre.
—Pero no lo amas —sentencia con firmeza.
—No. —Confieso un poco avergonzada.
—La lujuria es un pecado capital. Esas cosas sólo deben hacerse por deber o por amor —me dice ofendido—. Vete a tus aposentos y no salgas de allí hasta que yo lo ordene.
—Pero Alan…
—Lo expulsaré de mis tierras. Así aprenderá a no dejarse embaucar por las mujeres —concluye con tono acusador—. Ahora largo. Esperaba más de ti.
Y tras poner fin a esta extraña conversación, la más larga que hemos tenido hasta ahora, gira sobre sus talones y al llegar a la entrada de la cuadra ordena el cese del castigo.

Muy bien, habéis ganado. Pero lo intentaré una y otra vez hasta que consiga escapar de aquí. Y mientras tanto me divertiré con quien me de la gana.

Precuela de Sangre Vikinga

Quiero compartir con vosotros un proyecto que empecé como continuación de Sangre Vikinga. Varios de los personajes que aparecen en la novela cuentan fragmentos de su pasado y algunos de ellos me parecen tan importantes que quiero compartirlos con vosotros.

Así que, poco a poco, iré subiendo relatos de estos personajes. Trataré de no hacer spoiler del libro para que podáis leerlos, antes o después, sin que afecte a los misterios y secretos que acontecen a lo largo de la novela.

Y como hoy es el día de la mujer, el primero que voy a compartir es el de una muchacha que no encaja en el tiempo en que nació y se rebela contra su sino. ¿Adivináis de quién se trata? 

martes, 7 de marzo de 2017

Quién soy yo

Para los que no me conozcáis, me presentaré, por si alguien tiene curiosidad.

Tengo albinismo ocular parcial, lo que pasaría desapercibido de no ser por el nistagmus horizontal. Es congénito y se trata de un movimiento involuntario oscilatorio de los ojos, acompañado de baja agudeza visual.

INFANCIA, ADOLESCENCIA Y JUVENTUD
Era una niña monísima con gafas, un parche en el ojo y zapatos ortopédicos.
En el colegio trataron de ayudarme como mejor supieron, pero no estaban preparados para adaptarse a mi baja visión. Tuve ciertas dificultades para llegar al nivel de mi clase, tanto académicamente como en el terreno social.

A los 14 años empecé a hacer teatro. Siempre digo que le debo mi vida, renací cual fénix de sus cenizas, aceptándome y reinventándome.

Me diplomé en Arquitectura Técnica. Fue un gran entrenamiento de mis capacidades de superación, constancia, esfuerzo y entrega. Durante aquellos años rompí unas cuantas barreras y crucé límites que siempre me habían dicho que no podría pasar porque veía mal. Después hice un par de Másteres y estudié para dos oposiciones.

GRADO DE DISCAPACIDAD Y AFILIACIÓN A LA ONCE
En 2010, al llegar a Madrid, solicité el grado de discapacidad. Y después de ser madre y perder vista, me afilié a la ONCE.

ENTORNO LABORAL
Ya desde la universidad el ordenador ha sido mi principal herramienta de trabajo y me las he apañado bastante bien.

Gracias al teatro pude desarrollar mis habilidades sociales y comunicativas, que unidas a mi vocación docente se han convertido en parte fundamental de mi marca personal.

YO
Analizando un poco todo lo que he hecho, luchado, peleado, perdido y ganado, puedo decir que mi limitación, mi debilidad, mi talón de Aquiles es en realidad lo que me ha hecho fuerte, lo que me ha permitido ganar, lo que me impulsa a pelear y a saltar todos los muros que me han puesto delante con esfuerzo y decisión.

Soy lo que soy gracias a mi deficiencia visual, pero también soy más de lo que habría sido sin ella.

Sangre Vikinga 2º Edición ya a la venta

Ya está disponible la 2º edición de Sangre Vikinga.

Aquí os dejo la sinopsis:

Elian es la hija ciega del Conde de Sheriland (Germania siglo IX). Su madre quiere meterla en un convento de clausura y evitar así que sea una carga para la familia. Ella se resigna a una realidad que no quiere y de la que cree que no puede escapar.

El hermano del Conde, desaparecido desde hace años, era misionero en las tierras del norte. Cada poco tiempo enviaba cartas donde contaba anécdotas y curiosidades de esa cultura tan distinta a la suya. Para honrar su memoria, el Conde le regala un esclavo norteño a su hija, encargándole que sea su guía y su protector hasta que ingrese en el convento. Pero su intención es otra muy distinta.

Durante la estancia del esclavo Jens, Elian descubrirá que es capaz de hacer cosas como tirar con arco, nadar y montar a caballo con total libertad. Aprenderá a valorarse como mujer, a tomar sus propias decisiones y descubrirá las delicias del amor correspondido. Hazañas que conllevarán un cruel castigo.

Viajes, batallas, secretos y traiciones se interpondrán en su camino. ¿Lograrán Elian y Jens superar los obstáculos que les impiden estar juntos?



El libro está a la venta:

Las reseñas que le están haciendo son muy buenas:
Espero que disfrutéis de esta aventura.
Por cierto, continuará...